Por la profundidad y perfección de su trazo, Pedro Crespo se ha convertido en un valor sombólico, representativo de una peculiar actitud humana, y en ese sentido cabe proclamar que es creación digna de Shakespeare; actitud de valor universal, pero, con todo, muy especificamente española, y aun, si se quiere, limitada a unos problemas sociales determinados y a un especial momento. La noble resistencia del plebeyo frente al atropello de quien se cree superior en nombre de una clase y la afirmación de la desigualdad esencial de todos los hombres son gestos cuya trascendencia no limitan ni el tiempo ni el lugar. Pedro Crespo no habla solo como español de una circunstancia cuando asegura que Al rey la hacienda y la vida se ha de dar; pero el honor es patrimonio del alma, y el alma solo es de Dios.
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