Los entremeses son como bienes mostrencos, chapuzas que ningún artista consciente autoriza con su firma. Por eso no deja de provocar extrañeza el que en 1615 el más glorioso prosista de la época, el genial Miguel de Cervantes cuyas novelas andan en todas las manos, arriesgue su prestigio poniendo su nombre al frente de los ocho entremeses. [de la introducción de eugenio Asensio] Los Entremeses son prueba de que Miguel de Cervantes sabía hacer teatro; más aún: definir una forma teatral, darle una densidad que no tuvo antes ni después. Cervantes pone, como en todo lo que toca, sustancia, materia pictórica, contrastes y masa de luz y sombra. Los entremeses cervantinos encandilan los ojos del espectador, buscan divertir, pero a la vez inquietar, hace pensar y remover las conciencias.
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