García Lorca o, mejor, Federico, que así le llamaron sus padres, sus colegas y casi, casi hasta los críticos, dijo que «el teatro es poesía que se levanta del libro y se hace humana». En esta hermosa farsa violenta, como él la llamó, quiso expresar el autor la lucha de la realidad con la fantasía, con todo aquello que es irrealizable y que existe en el fondo de toda criatura. Un matrimonio de conveniencia y sin verdadero amor y la lucha de una mujer entre la realidad y el deseo son los cauces por los que transcurre la obra. El teatro ha de explicar con ejemplos vivos las normas eternas del corazón de los hombres. Y Federico, entonces, se retira, y da paso a esa Zapatera que grita desde fuera del escenario: «¡Quiero salir!».
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